El escritor sin pluma

domingo, 20 de noviembre de 2011

Esta es la historia de un escritor que no podía escribir. Llegó a ese punto temido por todo artista. Aunque la mediocridad y la vida acechen, un escritor muere cuando muere su pluma. A este le pasó, simplemente un día dejó de escribir.

No obstante, nunca murió del todo, él era escritor y en sus ratos libres todo lo demás , pasaba horas y horas atormentado ante la deshonra del papel en blanco pues su falta de ideas le impedían crear lo que no existe, regla de oro de todo artista. Montones de hojas vacías custodiaban su escritorio, bolígrafos sin tinta, cuadernos rotos...

Incluso su rostro comenzó a palidecer a semejanza de la blancura de las hojas que no escribía, su ropa se descoloría a medida que pasaba el tiempo iletrado y el concepto de `nada´ era el único que manejaba en su antes , que ahora no, extenso vocabulario.

Cabe decir que aquel escritor era más bien desordenado. En sus días de gloria, cuando las musas le sonreían, podías encontrar sus escritos en los lugares más variopintos de la casa (desde la cocina hasta el salón pasando por la cama los sofás o el frío suelo).

Lo increíble es que era desordenado por naturaleza, por lo que tuvo que buscar un orden dentro de su propio caos pero sin llegar a ordenarlo pues cualquier atisbo de orden, desequilibraba su persona.

Solía dejar incompletas sus obras pues le costaba terriblemente dar el último paso en la creación, escribir. Dicen por ahí que cada uno de sus escritos, raramente terminados , le quitaban un poco de vida y que, tal vez por eso, no fuera aficionado a culminar sus obras. ¿Atentarían contra su ser las letra que salían de su puño?

Para no alimentar en exceso la curiosidad del lector, desvelamos en las siguientes líneas el desenlace de este misterio. No siempre es otoñal la hoja caída ya que, en una cálida noche estival, apareció con la mirada perdida en un mundo ya sin sentido para él, sujetando en una de sus manos sin vida, un papelucho arrugado en el que se podía leer:

"Cruel sarcasmo el de tus hojas,
incierto color de nada.
Sólo tu, que siempre ganas
y al final mis versos robas.

Hoy no rompo tu silencio
aquel que tu tanto guardas,
pues se pierde entre lamentos
mi tonta y ultima esperanza

Traerán palabras el viento
alguna noche sin luna
y así al blanco de tus hojas
colores dará mi pluma."

Puede parece paradójico, irónico o hasta para algunos inverosímil, sin embargo, todo acaeció según lo descrito. Es curioso que sobreviva lo escrito al escritor aunque no siempre la quimera de la inmortalidad sea compañera de la existencia.

Todo lo que empieza de alguna forma ha de terminar y por eso, son siempre oportunas las historias en las que el final es inesperado. ¡Qué cada cual extraiga sus propias impresiones! Llegó el momento de concluir la leyenda de aquel escritor que sucumbió ante las últimas gotas de una inspiración jocosa.

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